martes, 2 de marzo de 2010

La Panza

Los primeros meses de embarazo la panza parece no crecer. Nadie lo nota y ni soñar con pedir (si querés continuar un embarazo feliz) el asiento en el bondi en una ciudad como Buenos Aires. Los privilegios parecen guardados para las mujeres panzonas, de pies hinchados, esas que ya todos sabemos que no es que se tragaron todo o le huyen a las abdominales, las típicas embarazadas “evidentes”.

Así que esos primeros meses, en especial el primer trimestre, aquel cuando peor nos sentimos, cuando tenemos ganas de vomitar porque alguien se prendió un pucho, cuando estamos apuradas porque queremos ir al baño, es el que menos beneficios sociales nos da.

En nuestra inocencia, soñamos con una panza que demuestre que las tetas crecieron pero no por la visita a un quirófano, que si el pantalón no nos cierra no es que engordamos de más por los chocolates del invierno y que el estado ciclotímico no es para una visita al psiquiatra. Con la panza todo se justifica, el más tarado entiende que la mujer está hormonal y que no hay que joderla más que con un “que lindo, estás embarazada”.

Y sin la panza no tenemos escudo. La voracidad, el sueño, la hinchazón, las ganas de llorar se unen para hacerte simplemente quedar mal. El entretiempo, aquel donde toda la ropa del placard está fuera porque no hay trapo que siente bien, en el cual los botones de las blusas no cierran, la cintura no se encuentra, las prendas de embarazada se te ven absurdamente grandes, no es momento grato para comprarse nada. Lo que te compres hoy mañana no te entrará: mejor soportar con amor de madre que no sabe de espejos esas pocas semanas.

En breve brotará esa anhelada panza, en breve te darán asientos (o al menos podrás reclamarlos si se hacen los dormidos) en los colectivos, te librarás de las filas en el banco y los supermercados y hasta los más necios a veces te hablarán con amabilidad. En breve las abuelas te darán consejos en las calles, las chicas tratarán de adivinar tu mes de embarazo y querrás hacerlos callar a todos o mandarlos al diablo. Pronto estarás justificada y podrás hacer lo que te plazca. Pero mientras esperamos ese día, al único que debes serle completamente fiel es al estoicismo.

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