viernes, 18 de febrero de 2011

Incomunicación

Ya es un hecho, mi incomunicación es total. Cuando Jade aún no caminaba y tenía que trabajar, a gatas iba a apagarme la computadora. Un año después, a una laptop le dio un golpazo con un sonajero de madera (que nos terminó costando caro) y ya era claro que le gustaba cortarnos todo lo que signifique atención para otra persona o cosa.

Comprendimos que por el momento se acabaron los tiempos de trabajar como independientes, al menos hasta que esté un poco más grande, porque en la casa resultaba imposible.

Pero ayer llegamos a un nuevo extremo. Por descuidada dejé el teléfono en la mesa ratona y en un segundo vi como Jade lo agarró y con total frialdad lo tiró dentro de una jarra de agua. Llegué a sacarlo a los dos segundos pero era tarde. Estaba muerto y yo incomunicada porque casi todos los números los guardaba en el chip.

“¡Jade!”, grité, “¡me fundiste el teléfono!”.

“Uyy”, me dijo como si nada y siguió jugando.

Fui a buscar arroz y a poner las partes del celular adentro de un tazón repleto del cereal en un último intento por revivirlo. En dos días más sabré si se salva o si el entierro es inminente. Traté de darle un sermón pero no la noté con mucho cargo de conciencia.

Más tarde vimos un dibujito animado, en eso la hermana de uno de los personajes explicaba que siempre hay que pedir permiso para tomar las cosas de otro y aproveché el momento para reforzar mi discurso:

“¿Viste como no toca las cosas de la hermana sin pedir permiso? Siempre hay que pedir permiso.”

“Pero Kitty no tiene un teléfono”, fue la excusa de mi petisa.

viernes, 23 de abril de 2010

Putumayo Kids

En posts anteriores mencioné la poca gracia de los discos para bebés. Bueno, quiero compartir la propuesta de Putumayo Kids, divertida, alegre y (comprobado con mi bebotota), a los chiquitos les atrae.

Se trata de selecciones musicales de música que, además de a los grandes, a los niños también les resulta divertida, pero no se trata de melodías conocidas endulzadas, nada más lejos. Simplemente músicas cantadas por artistas de la talla de Taj Mahal, versiones para todos que abren la mente.

Aquí dejo una que me pareció divertida

sábado, 27 de marzo de 2010

Muerta de amor

Cuando estaba embarazada estaba enamorada de mi panza, de la idea del nacimiento, de las pataditas. El día que Jade nació y me la trajeron como un paqueque envuelto para que amamante no entendía nada. La llevé al pecho y lo miré Amadeo con cara de socorréme. Cuando fuimos a la habitación consignada a Jade la pusieron en una cunita al lado de mi cama y a mi esposo no lo dejaron quedarse toda la noche.

“Me tengo que ir”, me dijo emocionado y con cara de papanatas desorbitado, mientras en vez de irse le sacaba unas fotos para mostrárselas a mi mamá que estaba ansiosa por conocer a la nieta.

“No, no te vayas, no me dejes”, le rogué, mirando de reojo a esa criaturita que dependía de mí. Qué pánico, y ¿ahora?

Estaba emocionada, sí, las emociones me salían por todos los poros, pero de una manera indefinible. No tenía forma de alegría y menos de tristeza, era una emoción tan vibrante que no se entendía, estaba emocionada y completamente perdida en la estratósfera. Un mundo irreal, me podía pellizcar que no pasaba nada: mi panqueque seguía allí y yo conectada a un suero, medio dopada y con esa emoción incontenible e indefinible.

A las pocas horas caí en órbita. Claro, Jade, la nena que crecía en la panza ya llegó. Ya sabe de óxido y dióxido, llora y la escucho y usa pañales. Entonces comenzamos a conocernos y esa emoción indefinible se volvió amor, amor puro, el más pulcro, honesto, leal y absoluto amor.

Antes de ser mamá ni soñaba con amar así. Un amor diferente a todo, no esperas nada a cambio, ni siquiera te acordas de vos, nunca le buscas la quinta pata al gato. Es un amor perfecto aunque se porte mal, tire y rompa todo y a veces uno quiera huir al Congo. No deja de ser perfecto. Hay momentos con Amadeo únicos, imposibles de olvidar, pero hay momentos con Jade que los quiero eternizar por siempre.

Imaginate eternizar un momento con tu pareja? Ver la imagen repetida minuto a minuto, primero va a ser tierno y cómico, después de terror. Con Jade podría eternizar momentos. No me pasa solo a mí, Amadeo le saca fotos y trata de detener esos segundos que vuelan, yo quiero describirla así como es, mi pequeña que crece y crece para recordarla en todas las etapas. Lo queremos eternizar todo aunque sea imposible.

Hay momentos tan lindos. Como cuando se duerme en mi pecho, su carita cerca de mi hombro, su pecho contra el mío, que me siento inmersa en una nube de orgullo, una aureola de paz y de amor sagrado. Me podes pinchar que mi emoción es tan grande que vuelve a ser indescriptible.

Me desborda.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Zombi

A mí me encanta dormir. Si me propones un fin de semana de aventura o un fin de semana de dormida corrida, me vuelco por esta última. Dormir te recarga las pilas, te hace sentir lechuguita, bien. Te alarga la vida. Uyyy, recuerdo esos días en que podía dormir hasta el mediodía si se me daba la gana, que se me daba muy seguido. Recuerdo eso y la baba se me cae porque el placer es más grande que un helado de menta granizada con chocolate.

Dormir, lo que se dice dormir, no duermo hace casi tres años. Siempre fui ojerosa, siempre, pero ahora parece que me las pinto con delineador negro al estilo gótico. Durante el embarazo no encontraba posición. “Poné una almohada en los pies”, me decían todos, pero la almohada giraba y giraba cual vals sin ritmo. No había forma. Terminaba poniendo las piernas para arriba, contra la pared. “Mejora la circulación”, le decía a Amadeo que seguramente soñaba con cualquier hotelucho lejos de mí.

“Tenés el síndrome de piernas inquietas” me dijo la obstetra, y yo, que jamás pensé que eso existía, la miré con total incredulidad y con ganas de que me recete un somnífero. “Suele desaparecer después del parto”, continuó hablando pero sin nada para darme. A las embarazadas los fármacos les están vedados, ya lo dije una vez, sólo tenemos abrazos con el estoicismo. Había que esperar hasta el ansiado nacimiento.

Cuando llegó el fin del embarazo no pude dormir. Seguí la lactancia natural y cada tres horas me despertaba para dar el pecho. Si Jade no se despertaba yo me despertaba igual para ver si estaba todo bien, poner mi dedo cerca de su naricita y comprobar que respiraba. Era un fantasma lechero que pensaba que cuando deje de dar de mamar eso iba a terminar, mis miedos de madre primeriza iban a desaparecer y la vida iba a ser liviana como una buena almohada.

Un año después Jade dejo de mamar pero la leche a la noche la siguió tomando igual, aunque sea una vez. Ya acostumbré a irme zombi al trabajo, zombi al mercado, zombi a jugar con mi pequeña. Ya me acostumbré a ser una zombi que paradójicamente para despertar, espera un maratón de 12 horas continuadas bajo los brazos de Morfeo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Mr. Vértigo

Definitivamente leer es una buena manera de calmar la ansiedad. Durante el embarazo uno de mis platos favoritos fue Paul Auster. Fue una adicción, no podía parar de conseguir sus títulos, pero hay un libro en especial que hizo vibrar mi ya desequilibrado estado de ánimo: Mr. Vértigo.

“Ja ja ja” se escuchaban mis risotadas desde la habitación. “Éste libro es buenísimo”, le gritaba a Amadeo que trabajaba en la compu en la sala. Con lágrimas en los ojos, atajándome la panza, era imposible parar, definitivamentre era muy gracioso.

-“¿Por qué? ¿qué pasa?”, me preguntaba el otro, educado.

- “No, no te lo puedo contar, te juro que tenés que leerlo”.

Dos horas después fueron de silencio, sumida en la lectura.

De repente las lágrimas empezaron a desbordarme y el puchero inicial terminó en un balanceado llanto incontenible, de esos que después te dan hipo. Amadeo se asomó a la puerta a preguntarme si me dolía algo.

-“Esto es muy triste, no puede ser tan triste”, le dije mientras me sonaba los mocos. Y era tan triste para mí que tuve que tomarme una pausa, sentarme en otro lugar y llorar y llorar hasta quedarme seca. Inevitable, estaba completamente loca.

Ese libro definitivamente fue uno de los que más me gustó. Me hizo literalmente llorar y reír, experimentar levitar y caer. Fue fantástico pero hasta el día de hoy no lo volví a hojear, prefiero que quede como lo viví en ese momento hormonal y loco, prefiero recordarlo así.

Amadeo, pobre, estaba curado de espanto, y si no lo estaba ese día se curó. Ya había escuchado que el embarazo es una etapa extremadamente sensible pero nunca pensé que mi estado de por sí visceral iba a perseguirme con tanta furia. Y lastimosamente, todas las veces que desbordé tenía a mi compañero al lado y digo lastimosamente porque a veces está bien guardar un poco para uno, experimentar la humillación solito porque somos concientes que estamos descontrolados.

Lo vivido con Paul Auster se repitió varias veces más, leyendo un blog de la bbc de un argentino que vivía en Egipto, que contaba que cuando conocía a un amigo la primera pregunta era “hasta cuando te quedas”. Me partió el corazón, recordando a mis propios amigos que los tenía lejos porque ellos o yo no nos quedábamos mucho tiempo en ningún lado. “Noviembre”, la película española fue otro de mis dramas. Al amigo que nos la recomendó le reclamé por qué me había hecho sufrir así. Para pena de Amadeo el resto del embarazo solo acepté ver comedias, de esas mientras más estúpidas mejor, porque no quería arriesgarme.

“¡Qué aguante Amadeo”, le dice mi viejo siempre que lo ve, y la verdad que tuvo aguante: O estaba enamorado o le daba pavor ser malo y dejar sola a la pobre panzona. Como sea estuvo bien, a las embarazadas hay que tratarlas con pincitas, con la menor demostración de cariño o desconteto pueden terminar derramando lágrimas en el suelo. Y son emociones que quedan para siempre. Es la única explicacion que encuentro a que ahora que ya no estoy embarazada y mis picos no son tan extremos, sigo sin atreverme a reunirme con Mr Vértigo.

jueves, 4 de marzo de 2010

Música para bebés

Cuando el bebé cumple 17 semanas en la panza te dicen que ya puede oír. Esperaba con ansias el momento en que mi pequeña empiece a escuchar todo, sentía que a partir de allí el embarazo iba a ser más interactivo, como las pataditas y la panza en aumento, le iba a poder leer cuentos y desafinar a mi santo antojo.

“Escuchá mucha música clásica”, me dijo mi mamá y con Amadeo nos pusimos a descargar músicas. “Las cuatro estaciones” fue lo primero en nuestra lista porque leímos en algún lugar que a los bebés les encanta, especialmente Primavera. Como sea nos invadimos de información y hasta nos fuimos a la tienda de discos a comprar música y encontramos que Vivaldi también estaba en versión infante. Adquirimos Bob Marley y Radiohead para bebés porque creíamos que de esa manera dulce íbamos a vivir las emociones de ser padres de manera más intensa, además de ser papás geniales y con onda.

En nuestro afán también adquirimos varios discos de Baby Einstein porque había que fomentar el intelecto del bebé desde pequeñito, aunque después nos enteramos que denunciaron a la compañía porque realmente los videos no servían para nada y es un sacrilegio poner a un bebé frente al televisor.

Son las experiencias de ser papás primerizos: te venden todo y todo lo compras con la mejor cara de nabo y las emociones a flor de piel. Los discos de música que compramos terminaron juntando polvo en un estante, la costumbre cedió y seguimos con nuestros propios gustos y en consecuencia hoy Jade baila Los Jaivas, bossa nova, Lila Down y salta con los Fabulosos. De la música clásica ponemos la real, ya nada de melodías endulzadas y Jade jamás reclamó los discos de bebés. Sí le ponemos María Elena Walsh pero tiene predilección por la música de inicio de los Backyardigans, se emociona cuando la escucha y saluda a todos los bichitos.

Los discos para bebés quizás sí sean gratos, pero embarazada tenés que estar de buen humor y si te pone de buen humor escuchar versiones tenues de tus músicas favoritas, adelante, sino nada mejor que la música real que te pone las pilas para enfrentar el día a día y no retuerce en las tumbas a los músicos más célebres.

martes, 2 de marzo de 2010

La Panza

Los primeros meses de embarazo la panza parece no crecer. Nadie lo nota y ni soñar con pedir (si querés continuar un embarazo feliz) el asiento en el bondi en una ciudad como Buenos Aires. Los privilegios parecen guardados para las mujeres panzonas, de pies hinchados, esas que ya todos sabemos que no es que se tragaron todo o le huyen a las abdominales, las típicas embarazadas “evidentes”.

Así que esos primeros meses, en especial el primer trimestre, aquel cuando peor nos sentimos, cuando tenemos ganas de vomitar porque alguien se prendió un pucho, cuando estamos apuradas porque queremos ir al baño, es el que menos beneficios sociales nos da.

En nuestra inocencia, soñamos con una panza que demuestre que las tetas crecieron pero no por la visita a un quirófano, que si el pantalón no nos cierra no es que engordamos de más por los chocolates del invierno y que el estado ciclotímico no es para una visita al psiquiatra. Con la panza todo se justifica, el más tarado entiende que la mujer está hormonal y que no hay que joderla más que con un “que lindo, estás embarazada”.

Y sin la panza no tenemos escudo. La voracidad, el sueño, la hinchazón, las ganas de llorar se unen para hacerte simplemente quedar mal. El entretiempo, aquel donde toda la ropa del placard está fuera porque no hay trapo que siente bien, en el cual los botones de las blusas no cierran, la cintura no se encuentra, las prendas de embarazada se te ven absurdamente grandes, no es momento grato para comprarse nada. Lo que te compres hoy mañana no te entrará: mejor soportar con amor de madre que no sabe de espejos esas pocas semanas.

En breve brotará esa anhelada panza, en breve te darán asientos (o al menos podrás reclamarlos si se hacen los dormidos) en los colectivos, te librarás de las filas en el banco y los supermercados y hasta los más necios a veces te hablarán con amabilidad. En breve las abuelas te darán consejos en las calles, las chicas tratarán de adivinar tu mes de embarazo y querrás hacerlos callar a todos o mandarlos al diablo. Pronto estarás justificada y podrás hacer lo que te plazca. Pero mientras esperamos ese día, al único que debes serle completamente fiel es al estoicismo.