miércoles, 24 de febrero de 2010

El mundo se dividió en dos

Un test casero y un análisis de sangre después nos sacaron de la duda, sí estábamos embarazados. Ya no había marcha atrás y aquello que tanto habíamos querido estaba ahí, dentro de mí, cual constante acidez.

“Uyyyy”, nos dijimos, “lo que se viene” y miramos a nuestro alrededor. Un departamento clásico de una pareja libre: Mesa plegable, dos sillas y un diván en la cama para las visitas, y más que sala dos escritorios con computadoras. Baño con ducha y en el cuarto un placar con una cama, todo muy ligero, preparados para movernos livianitos siempre a cualquier lado.

“Uyyyy”, volvimos a plantearnos, “lo que se viene”.Y por más que lo repitiéramos no teníamos la más santa idea. Nosotros éramos los eternos tíos, los que nunca se quedan un rato y son felices de ver a los niños tan crecidos tras larga ausencia.

“Ahora vas a ser papá porque ya fuiste tío mucho tiempo”, le dijo mi sobrino de 7 años a Amadeo cuando se enteró la noticia. Todos los que son padres y madres estaban felices, sonriendo a sabiendas que íbamos a pagar parte de nuestros karmas. Cuando los niños gritan mucho tendemos a escapar pero en ese momento no había donde correr y extrañamente estábamos felices, como los borrachos, sin entender bien a ciencia cierta por qué.

A partir de ese momento mi mundo se dividió en dos: Mujeres panzonas y mujeres con bebés. A éstas últimas las miraba con cierta envidia, ya habían vivido el temido parto y seguramente dejaron de ir tantas veces al baño.

viernes, 19 de febrero de 2010

Milanesas


- “Quiero comer milanesas”, le dije a Amadeo que dormía plácidamente, mientras lo zarandeaba para que se despierte.

- “No me jodas”, me contestó zombi y molesto.

- “Pero realmente quiero comer milanesas”.

- “Andá ver que hay en la heladera y dejáme dormir”.


“¡Qué hombre insensible!”, pensé, mientras arrastraba los pies hasta la cocina. “¿Qué clase de persona no se levanta a las tres de la mañana a prepararle unas deliciosas milanesas a su mujer? Debería separarme”, y abrí la puerta del refrigerador para ver las opciones, porque ponerme a freír a esa hora milanesas ni en pedo. No había nada interesante, terminé haciendo un sandwich de morondanga y como ya estaba desvelada me puse a ver unas series de House que mi hermano me había grabado en DVD.


Amadeo se levantó a la mañana de mal humor, que cómo se me ocurre despertarlo, se ve que no tiene idea de lo que son las ganas de comer milanesas. “Mirá que el antojo sigue tremendo”, le contesté, sin siquiera imaginar lo que pasaba.


Ese día almorzamos milanesas. Me comí tres con mucho limón y una ensalada alucinante. Alguien adentro sonreía.