miércoles, 10 de marzo de 2010

Mr. Vértigo

Definitivamente leer es una buena manera de calmar la ansiedad. Durante el embarazo uno de mis platos favoritos fue Paul Auster. Fue una adicción, no podía parar de conseguir sus títulos, pero hay un libro en especial que hizo vibrar mi ya desequilibrado estado de ánimo: Mr. Vértigo.

“Ja ja ja” se escuchaban mis risotadas desde la habitación. “Éste libro es buenísimo”, le gritaba a Amadeo que trabajaba en la compu en la sala. Con lágrimas en los ojos, atajándome la panza, era imposible parar, definitivamentre era muy gracioso.

-“¿Por qué? ¿qué pasa?”, me preguntaba el otro, educado.

- “No, no te lo puedo contar, te juro que tenés que leerlo”.

Dos horas después fueron de silencio, sumida en la lectura.

De repente las lágrimas empezaron a desbordarme y el puchero inicial terminó en un balanceado llanto incontenible, de esos que después te dan hipo. Amadeo se asomó a la puerta a preguntarme si me dolía algo.

-“Esto es muy triste, no puede ser tan triste”, le dije mientras me sonaba los mocos. Y era tan triste para mí que tuve que tomarme una pausa, sentarme en otro lugar y llorar y llorar hasta quedarme seca. Inevitable, estaba completamente loca.

Ese libro definitivamente fue uno de los que más me gustó. Me hizo literalmente llorar y reír, experimentar levitar y caer. Fue fantástico pero hasta el día de hoy no lo volví a hojear, prefiero que quede como lo viví en ese momento hormonal y loco, prefiero recordarlo así.

Amadeo, pobre, estaba curado de espanto, y si no lo estaba ese día se curó. Ya había escuchado que el embarazo es una etapa extremadamente sensible pero nunca pensé que mi estado de por sí visceral iba a perseguirme con tanta furia. Y lastimosamente, todas las veces que desbordé tenía a mi compañero al lado y digo lastimosamente porque a veces está bien guardar un poco para uno, experimentar la humillación solito porque somos concientes que estamos descontrolados.

Lo vivido con Paul Auster se repitió varias veces más, leyendo un blog de la bbc de un argentino que vivía en Egipto, que contaba que cuando conocía a un amigo la primera pregunta era “hasta cuando te quedas”. Me partió el corazón, recordando a mis propios amigos que los tenía lejos porque ellos o yo no nos quedábamos mucho tiempo en ningún lado. “Noviembre”, la película española fue otro de mis dramas. Al amigo que nos la recomendó le reclamé por qué me había hecho sufrir así. Para pena de Amadeo el resto del embarazo solo acepté ver comedias, de esas mientras más estúpidas mejor, porque no quería arriesgarme.

“¡Qué aguante Amadeo”, le dice mi viejo siempre que lo ve, y la verdad que tuvo aguante: O estaba enamorado o le daba pavor ser malo y dejar sola a la pobre panzona. Como sea estuvo bien, a las embarazadas hay que tratarlas con pincitas, con la menor demostración de cariño o desconteto pueden terminar derramando lágrimas en el suelo. Y son emociones que quedan para siempre. Es la única explicacion que encuentro a que ahora que ya no estoy embarazada y mis picos no son tan extremos, sigo sin atreverme a reunirme con Mr Vértigo.

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