miércoles, 17 de marzo de 2010

Zombi

A mí me encanta dormir. Si me propones un fin de semana de aventura o un fin de semana de dormida corrida, me vuelco por esta última. Dormir te recarga las pilas, te hace sentir lechuguita, bien. Te alarga la vida. Uyyy, recuerdo esos días en que podía dormir hasta el mediodía si se me daba la gana, que se me daba muy seguido. Recuerdo eso y la baba se me cae porque el placer es más grande que un helado de menta granizada con chocolate.

Dormir, lo que se dice dormir, no duermo hace casi tres años. Siempre fui ojerosa, siempre, pero ahora parece que me las pinto con delineador negro al estilo gótico. Durante el embarazo no encontraba posición. “Poné una almohada en los pies”, me decían todos, pero la almohada giraba y giraba cual vals sin ritmo. No había forma. Terminaba poniendo las piernas para arriba, contra la pared. “Mejora la circulación”, le decía a Amadeo que seguramente soñaba con cualquier hotelucho lejos de mí.

“Tenés el síndrome de piernas inquietas” me dijo la obstetra, y yo, que jamás pensé que eso existía, la miré con total incredulidad y con ganas de que me recete un somnífero. “Suele desaparecer después del parto”, continuó hablando pero sin nada para darme. A las embarazadas los fármacos les están vedados, ya lo dije una vez, sólo tenemos abrazos con el estoicismo. Había que esperar hasta el ansiado nacimiento.

Cuando llegó el fin del embarazo no pude dormir. Seguí la lactancia natural y cada tres horas me despertaba para dar el pecho. Si Jade no se despertaba yo me despertaba igual para ver si estaba todo bien, poner mi dedo cerca de su naricita y comprobar que respiraba. Era un fantasma lechero que pensaba que cuando deje de dar de mamar eso iba a terminar, mis miedos de madre primeriza iban a desaparecer y la vida iba a ser liviana como una buena almohada.

Un año después Jade dejo de mamar pero la leche a la noche la siguió tomando igual, aunque sea una vez. Ya acostumbré a irme zombi al trabajo, zombi al mercado, zombi a jugar con mi pequeña. Ya me acostumbré a ser una zombi que paradójicamente para despertar, espera un maratón de 12 horas continuadas bajo los brazos de Morfeo.

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